La oposición empresarial: Bruce y Cabal, los voceros del miedo, actúan como pájaros de mal agüero.

Al cierre del primer semestre de 2025, los indicadores macroeconómicos desmienten el apocalipsis con que voceros empresariales han pretendido caricaturizar la gestión del Gobierno del Cambio. El PIB proyectado es del 2,8 %, la inflación bajó al 4,85 %, el desempleo al 9 % y el dólar se estabilizó por debajo de los $4.050, todo esto, en contraste con la precaria herencia de Iván Duque: inflación del 10,84 %, desempleo del 11,1 % y un modelo económico basado en endeudamiento y el extractivismo. Esto, a pesar de que los precios del petróleo han bajado un 18 % en los últimos 4 meses. Pero los voceros de los privilegiados no celebran estos logros. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, ha convertido su liderazgo gremial en una trinchera contra el gobierno, sus declaraciones no son advertencias técnicas, sino campañas de miedo. “La reforma laboral es profundamente regresiva”; “La reforma a la salud no resuelve los retos del sistema y profundiza la crisis financiera”; “El gobierno está tomando decisiones sin entender cómo funciona la economía”; “Nos vamos directo hacia una recesión profunda si se aprueba esta reforma (tributaria)”. Toda una narrativa que combina alarmismo económico y deslegitimación técnica de las propuestas del gobierno. Mac Master ha asumido un rol abiertamente opositor, con un discurso que alimenta el miedo, la incertidumbre y la desconfianza hacia las políticas de cambio del actual gobierno. Esto lo ha convertido en el vocero del pánico y cabecilla del bloque empresarial que se resiste a las reformas en beneficio de los de abajo. Jaime Alberto Cabal, de Fenalco, no se queda atrás. Tildó la reforma laboral —aprobada por el Congreso ante la presión de la ciudadanía— de “premio de consolación”, y auguró el colapso de las pymes. Pero omite decir que durante décadas, los grandes comerciantes prosperaron gracias a una estructura laboral que negaba derechos y explotaba la informalidad. Ambos personajes no representan a la economía real ni a los millones de trabajadores colombianos. Representan a la élite empresarial que teme perder sus privilegios, se oponen a cualquier reforma que toque sus intereses, sin importar el bienestar colectivo; quieren conservar el país como está: desigual, informal y precario. Hoy, mientras el país avanza, estos gremios se atrincheran en la mentira. No les duele la economía: les duele el cambio. Y aunque se disfracen de tecnócratas, su verdadera función es política. No analizan, se oponen; no proponen, atacan; no construyen país, defienden intereses y minorías privilegiadas. Solo faltan que estén tras las bambalinas del golpe.

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