DUELO OFICIAL POR MIGUEL URIBE TURBAY: EL LUTO NO DEBE SER MANIPULADO.

El asesinato de Miguel Uribe Turbay es un hecho condenable que enluta a su familia, a sus amigos, a sus compañeros de partido y, en general, a la democracia colombiana. Ninguna diferencia política justifica la violencia, y todo crimen contra un dirigente debe ser esclarecido con rigor y prontitud. Es urgente que los organismos de seguridad, investigación e inteligencia actúen con la máxima eficacia para identificar a los responsables, y que el Gobierno Nacional garantice plenamente la seguridad de todos los candidatos en contienda, sin distinción alguna. La vida y la integridad de quienes participan en la política son condición esencial para una democracia viva.

Dicho esto, la decisión de varios alcaldes y gobernadores de decretar tres días de duelo oficial por la muerte de Miguel Uribe Turbay merece una reflexión. El duelo institucional es un acto solemne, reservado para tragedias de alcance colectivo o para la partida de líderes cuya trayectoria y logros hayan dejado huella profunda en la historia nacional o regional. Miguel Uribe, si bien fue una figura visible en el Senado y un opositor activo del Gobierno del Cambio, no alcanzó ese nivel de estatura histórica ni consolidó un liderazgo de reconocimiento nacional.

En este contexto, decretar duelo oficial en distintas regiones no parece un acto de dolor institucional genuino, sino una jugada política. Es un intento de proyectar su imagen como mártir, capitalizar emocionalmente la tragedia y reforzar narrativas electorales de sectores contrarios al actual gobierno. Esta instrumentalización del duelo no contribuye a la memoria histórica ni a la unidad nacional; por el contrario, trivializa un reconocimiento que debería reservarse para casos excepcionales y consensuados.

Colombia ha sufrido demasiado la violencia política como para permitir que las muertes se conviertan en insumo de propaganda. Lamentar este crimen implica no solo exigir justicia, sino también evitar que el dolor se utilice para manipular la opinión pública. Honrar a Miguel Uribe Turbay —y a cualquier víctima de la violencia— significa, sobre todo, defender la verdad, la justicia y la dignidad de la política, sin distorsiones ni cálculos electorales.



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