NO ES POLARIZACIÓN: ES CRIMEN ORGANIZADO
El atentado contra Miguel Uribe Turbay es condenable desde todo punto de vista. Pero culpar al Gobierno, a la polarización o a una narrativa ideológica, como lo hace el columnista de la revista Cambio Yohir Akerman, es una tesis tan peligrosa como imprecisa. Confunde al victimario con el debate político y pretende ocultar lo que es evidente: estamos ante un hecho criminal, no ideológico.
No hay hordas petristas armadas. No hay enfrentamientos en las calles o en los cafetines entre fanáticos de los extremos. No hay pruebas de que un discurso gubernamental haya motivado a un menor a disparar. Lo que sí hay es un país donde el crimen organizado permea instituciones, usa menores como sicarios y actúa con total impunidad.
Responsabilizar a Petro del odio es replicar, con otro tono, las viejas formas de la ultraderecha: deslegitimar al adversario acusándolo de sembrar violencia, sin pruebas, pero con efectos políticos calculados.
La democracia necesita debate fuerte, no unanimismo silencioso. El país no sangra por exceso de ideas, sino por déficit de justicia, de equidad y de Estado. A Miguel Uribe lo hirió un arma, no una consigna.
Y lo que verdaderamente carga las balas no son los discursos, sino la desigualdad, la corrupción y el crimen organizado.
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